lunes, 29 de junio de 2009

Parajes anhelados

Después de un largo día de trabajo, un par de tragos y un deseo...

Me encontraba yo acompañado en mi hamaca, meciendome, pensando. El clima, cálido por naturaleza, hacia del acto zangoloteante un verdadero infierno. Ella, acezando continuamente, coge febrilmente el báculo que se había safado y lo introduce en aquella oscura y selvática gruta. Una andanada de torrente, cual reguera, recorre rápidamente el sendero que conduce a las dos rotondas. La carrera ya había comenzado hace unos instantes, cuando un flagelado individuo se interpone entre la fogosa muchedumbre y proclama su trono en la rotonda ubicada a la izquierda (La rotonda derecha nunca recibió visita alguna). Entre tanto, yo me visto -un traje negro, zapatos negros, corbata hasta el ombligo-, y noto que mi acompañante se había quedado reposando a causa de la susodicha retahíla de impulsos frenéticos, con mucho cariño, de parte mía.

Qué lindo día he pasado, me encuentro sosegado, satisfecho y apto para más...

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