miércoles, 1 de julio de 2009

Un millón en uno


Son las 12 del mediodía, y has sido investida como arcoiris. A veces estás, a veces te vas, y
cuando estás me brindas todo tu color y alegría; cuando no, miserable y monótono sería el ser que tendrías. Tu sonrisa, invertida por naturaleza, hace de ti un ser bipolar, el que de día puede
ser tan sanguinario como es el rojo que se te confiere, tan celeste como es la paz que de ti se
infiere.


La lluvia que viene contigo, se va contigo. Cada gota reverbera tu quid, se tiñe de ti, se
estrella contra el pavimento, acabando consigo su corto recorrido que pronto será reemplazado por las compañeras que irán a su zaga. Tal vez esta lluvia represente un sentimiento en tu estadía, formando parte aneja en tu día. Regresa sola, intentando divisarte desde lo alto del cielo: desde su partida. Si es que no te encuentra, llora tu ausencia y si logra atisbarte, solloza en tu
presencia.


Son las 12 de la medianoche -el tiempo ha pasado raudamente-, y has sido investida como luna. Tu presencia es parcial, a veces completa, y cuando eres parcial veo sólo una faceta de ti; cuando
te presentas llena me alejo de ti. Falsa es la luz que emanas; ya que ésta es solo un reflejo,
una artimaña. Tratas de encontrarme, pero no puedes. Ya no estoy debajo tuyo, me encuentro lejos, muy lejos de ti.


Las estrellas que te acompañan en tu vigilia, son tan profusas que pasan desapercibidas. Están
contigo toda la noche, se esparcen a tu alrededor, brillan para ti tratando de sacarte celos. Al
no lograr su cometido se vuelven una sola, pues saben que la unidad te estremece y te mata.



Te amilanas ante mi ausencia y mi ubicuidad. Ahora que termine el día te preguntarás: ¿Cuándo fui
auténtica? ¿Cuándo fui real?

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