miércoles, 15 de julio de 2009

El cantor de Barranco, el chico que marcha y el loco papanoel

Ciertas mañanas de estío en Barranco se oye el kikirikí, el pío pío y la canción de la mañana. Tres sonidos placenteros, a no ser de que la canción sea un completo desastre o sea una retro de los 40'. Tenemos pues acá a un personaje de taquilla que, ciertas veces, causa alborozo, además de un frío estupor, entre Barranquinos y tal vez miraflorinos a causa de sus canciones que, para ser realistas, son cantadas a grandes voces. Nunca se le ha escapado un gallo, es nóvel en teoría, mas no en praxis; nunca a mitigado su canto, nisiquiera ante un tombo -éstos lo aceptan, a pesar de tratarse de un faccioso para el distrito-. Puedes verlo cantar exultante desde las 6 de la mañana, recorriendo toda la avenida Nicolás de Pierola primordialmente, pues vive cerca de ella. A pesar de perturbar tu sueño, a menos que te agrade su lira, se trata de una persona que no es conciente de sus alaridos.

Cada domingo de invierno, si es que vas a misa o simplemente pasas en vera de la iglesia San Francisco de Asís, es posible que des con el chico que marcha. Al igual que el cantor de Barranco, suele salir de casa bastante temprano, recorre a grandes trancos y siempre en posición de marcha las calles perpendiculares a la avenida Grau, tal vez para comprar pan o para pasear. Lo cierto es que tiene prisa y no tiene escrúpulos en tumbarte si es que pasas por su camino. Es ágil y marchar a su ritmo es casi imposible. Sus brazos se alzan hasta la altura de los ojos y sus pies hasta la altura de su ombligo. Nunca erra en cada pisotada de su peregrinación por las calles de Barranco, es un experto de la marcha. Estamos acostumbrados a sus fugaces recorridos que caus an veces gracia; sin embargo, el no es conciente de sus pasos.

A diario podemos ver entre los límites de surquillo con miraflores al loco papanoel. Es un revolucionario hippie que viste de forma extravagante y su presencia italiana causa respeto. Es de una contextura menuda, barba crecida, cabellos ralos canosos, ojos verdes, pintón, posiblemente un verdadero casanova en sus buenas épocas. Al obscurecer surquillo, se encuentra casi siempre en la cuadra en la que vive un cercano amigo, que por cierto también lo conoce. Es amiguero y ,si te encuentras con él, salúdalo con gusto, el te corresponderá el saludo. Farda de ser muy amigo del alcalde de surquillo; no obstante, parece serlo, su palabra mata la fanfarria. Quiere cambiar el mundo: un mundo sin delincuencia, más parques de skate para montar, más diversión, etc. Es el rey de las pistas, pues dirige el tránsito mejor que un policía y su mandato es ley: puede parar el auto más raudo y loco del mundo. Es muy querido por sus vecinos que lo creen loco, mas él no es conciente de su exentricidad.

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