martes, 14 de julio de 2009

Avatares de una amistad

Tai estaba listo para su primer día de clases en el colegio San Luis maristas, colegio de varones por cierto. Equipado con todo lo necesario, se dirije hacia el automóvil de su padre, se ajusta el cinturón de seguridad, parten de la casa y, a velocidad de tortuga, transitan la vía astestada de carros. "¡Avancen por la puta madre!", grita papá, tocando frenéticamente su viejo claxon. Después de los problemas de tránsito y unas cuantas arcadas por parte de Tai -sufría de éstas siempre en aquel hermético móvil-, llegan al colegio. Antes de bajar del vehículo, su papá le dice: "Consiguete amigos pues, es una nueva experiencia, suerte.", Tai asiente y, como un bólido, va hacia su salón .

-¿Podrías presentarte a la clase preciosura? -dice la profesora, con un tono de malignidad evidente en su semblante-.

-Me llamo Tai, vengo del colegio Juan 23 -responde Tai, algo azorado ante la presencia de la tutora-.

-Dijistes demasiado, toma asiento ñaño.

Mientras se dirigía a su correspondiente carpeta, nota que un alumnito de intercambio -al parecer tokiota- lo miraba de una manera muy peculiar. Atina, simplemente, a saludarlo con algo de rubor en sus rojizas mejillas. Sin embargo, su compañerito de clase queda abstraído de él y no le devuelve el saludo. Se sienta, comienza la perorata de la aburridisima clase de la maligna profesora y, en eso, el tokiota le lanza un papelito. "Hola amiguito, me llamo Aire, dame tu número telefónico, dame tu dirección, ¡dámelos!", decía la nota lanzada a larga distancia. Tai, Asiático también, se ruboriza, no por la nota, sino por las miradas intrigantes de sus compañeros. Todos sabían cuán fastidioso e irritante, además de rarito podía ser Aire, por eso nadie lo quería, por eso éste buscaba amistad. Al terminar el sermón de la profesora, ésta reprende acremente a Tai tirando de sus orejitas rosadas.

-¡Óyeme malcriado he visto como se lanzaban papelitos tú y Aire, vuelven a hacerlo y los cacheteo! (Típico de un colegio como éste).

-¡Primero aprenda a hablar ñangona, luego venga a recriminarme todo lo que quiera y no me toque serrana! -berrea Tai con maledicencia-.

Derepente, entra la directora del colegio y se lleva con ella a la profesora. En pocos minutos, en la taciturna congregación del salón, un chico profiere vítores, urras y todos los demás azuzados por la efusividad de aquél, le dan una ovación, como héroe del salón a Tai. Había hecho lo que nadie se atrevía a hacer: Contestarle a esa bruja de profesora que tenían. Es más, fue expulsada inmediatamente del colegio, pues era reincidente en esto. Aprovechando el momento, Arie, hace de la suyas. Se le acerca sigilosamente en el tumúlto, lo abraza y, terminando la clase, se amistan.

Tai llega a su casa feliz de su proeza y contento por una nueva amistad. Abraza a su papito, a su otro papito, incluso a su chitzú y les agradece por ponerlo en el San luis. Algo raro, tocaron el timbre y, para su sorpresa, se trataba de Aire. ¿Me habrá estado persiguiendo?¿Qué tanto querrá?, se preguntaba Tai. Le abre la puerta para dejarlo pasar. De pronto, el muchacho se le declara (Típico de los alumnos del San luis): "Mira, no se como decirlo, pero... siento cositas por ti desde que te vi, ¡ay!... y me pareces muy lindo, en serio."Ipso facto, Tai lo abraza y ,sin más, se lo presenta a sus padres, ellos, asienten con un gesto de aprobación. Se lo llevan a la pieza...

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